Fecha de recepci—n: 06.04.2019 Fecha de aceptaci—n: 29.04.2019

La universidad pœblica frente al siglo XXI; retos, compromisos y esperanzas

The public university facing the XXI century; challenges, commitments and hopes

Leticia Sesento-Garc’a*

*Autor para correspondencia: leticiasesentogarcia@yahoo.com.mx Direcci—n: Colegio Primitivo y Nacional de San Nicol‡s de Hidalgo Universidad Michoacana de San Nicol‡s de Hidalgo/Av Francisco I. Madero Pte 351, Centro hist—rico de Morelia, 58000 Morelia, Michoac‡n.

 

RESUMEN

Este ensayo es una reflexi—n sobre el papel de las instituciones de educaci—n superior pœblicas frente a los embates del siglo XXI. La Žpoca actual se caracteriza por una marcada incertidumbre en todos los ‡mbitos de la vida; los sectores productivos del pa’s piden innovaciones a las universidades, los mŽtodos pedag—gicos de formaci—n de los futuros egresados de las universidades pœblicas requieren revisi—n, es indispensable una evaluaci—n de la vinculaci—n entre el mercado de trabajo y la universidad, adem‡s de la necesidad de forjar sujetos capacitados para plantear innovaciones en el ambiente social ca—tico, cambiante y nuevo. Es importante que las universidades ingresen a un proceso de reflexi—n en su quehacer ante las transformaciones del siglo XXI. Cuando se analizan los escenarios frente a una tecnolog’a de punta se percibe una atm—sfera donde lo œnico que permanece apremiante es precisar es en quŽ medida estas transformaciones impactan como profesionistas universitarios. La universidad es, para muchos estudiantes, la posibilidad y la esperanza real de proyectarse como sujetos morales y productivos.

 

Palabras clave: estudiante, educaci—n superior, universidades y pœblicas.

 

ABSTRACT

This essay is a reflection on the role of public higher education institutions facing the ravages of the 21st century. The current era is characterized by a marked uncertainty in all areas of life; the productive sectors of the country ask for innovations in universities, the pedagogical methods of formation of the future graduates of the public universities require revision, an evaluation of the connection between the labor market and the university is indispensable, besides the need to forge subjects trained to propose innovations in the chaotic, changing and new social environment. It is important that universities enter a process of reflection in their work before the transformations of the 21st century. When analyzing the scenrios in front of a state of the art technology, one perceives an atmosphere where the only thing that remains urgent to specify is to what extent these transformations impact as university professionals. The university is, for many students, possibility and a real hope of projecting themselves as moral and productive subjects.

 

Keywords: student, higher education, public universities.

 

INTRODUCCIîN

ÀCu‡l debe ser la funci—n de la universidad en este siglo XXI? ÀQuŽ posibilidades reales tiene en la preparaci—n de las nuevas generaciones? ÀQuŽ puede proponer para responder a los retos del mundo actual?

La universidad pœblica no puede dejar de lado los estereotipos que la han marcado y definido a travŽs del tiempo en el significado que ha tenido en la educaci—n superior. Debido al avance de la ciencia se han presentado grandes flujos de informaci—n; las nuevas tecnolog’as propician cambios de manera masiva en el contexto social y ejercen una enŽrgica presi—n para lograr innovaciones en las universidades del mundo, lo que ha originado una transformaci—n acelerada de los modelos educativos en los œltimos a–os. Un papel fundamental de las universidades es estar a la par con los cambios sociales, econ—micos y culturales que se presentan en el mundo, pero sin perder su esencia.

 

Los planteamientos que lleven a una evoluci—n, tanto de los modelos educativos como de los contenidos para la formaci—n de futuros egresados de nivel superior, requieren vislumbrar un escenario del que MŽxico no puede apartarse. ÀCu‡l ser‡ el futuro de la educaci—n superior en MŽxico? Es evidente que esta pregunta requiere contextualizarse, ya que no es lo mismo una universidad con escasos recursos, que aquŽllas que cuentan con elementos suficientes para su desarrollo. Pudiera pensarse que las universidades pœblicas tienen en comœn la falta de recursos, pero no es as’, son diferentes en cada regi—n, ya que el nivel de desarrollo econ—mico regional impacta en el devenir y en los soportes que cada universidad logra tener.

 

La complejidad de esta Žpoca requiere de una revisi—n de autores con caracter’sticas distintas entre s’, pero que abordan elementos te—ricos que permiten un mayor acercamiento a la realidad social del pa’s. El objetivo de este ensayo es hacer una serie de reflexiones en torno al sentido, retos y, sobre todo, el replanteamiento de la esperanza en una instituci—n tan fundamental como es la universidad pœblica. Para ello, se ha hecho una revisi—n de algunos autores que aportan elementos valiosos para la comprensi—n del acontecer actual y el destino de la universidad pœblica.

 

HACIA UNA BREVE CARACTERIZACIîN DE LA ƒPOCA ACTUAL

 Un maestro universitario pensar‡ que, efectivamente, los tiempos han cambiado, que el mundo ha evolucionado de manera sorprendente, que ya nada es igual. Por tanto, parecer’a l—gico un cambio en la educaci—n, particularmente en las universidades. En efecto, se han presentado muchos cambios: costumbres, ideas, tecnolog’as, relaciones humanasÉ en fin, todo parece nuevo. Muchos pensadores habr‡n de caracterizar este momento hist—rico de diversas maneras. As’, por ejemplo, el fil—sofo y pensador Lipovetsky (2000) lo ha hecho introduciendo diversos conceptos que dan cuenta de la realidad. Se–ala que en la vida cotidiana la estŽtica cuenta con un papel fundamental en los mercados, que el mundo actual no se determina s—lo por la globalizaci—n o la emancipaci—n de los mercados, sino por una correspondencia espec’fica entre la cultura y la econom’a a partir de una nueva representaci—n estŽtica.

 

Para Sartori (1999), el mundo actual proporciona a los seres humanos infinitas posibilidades de tener informaci—n, pero sin haber desarrollado la capacidad para saber quŽ hacer con la misma. No hay duda de que el mundo es uno antes, y otro despuŽs de Internet y de las redes sociales. Se quiere tomar una taza de cafŽ, comer una hamburguesa, visitar tal lugar, comprar boletos para una funci—n del cantante de moda, comer en un lujoso restaurant œnicamente para la foto que habremos de subir en el muro. Se quiere poner en Facebook que se tiene una relaci—n, para que nuestros contactos puedan darle Òme gustaÓ. Parad—jicamente, la generaci—n actual teme una relaci—n personal. Se invierte m‡s tiempo en cambiar una y otra vez nuestro perfil que en consolidar la propia personalidad, la esencia como ser humano con defectos y virtudes. Se mandan mensajes de texto de amor, de amistad, o subidas de tono, pero cuando se tiene a esa persona enfrente se renuncia a tener una conexi—n real e ’ntima. Se quiere una fachada de relaci—n, pero sin el esfuerzo que implica un verdadero encuentro humano con el otro. Muchas veces se quiere todo aquello que nos haga sentir que tenemos una relaci—n, pero sin tenerla de verdad. El sujeto del mundo actual no quiere comprometerse realmente con los dem‡s; cuando la relaci—n empieza a ir en serio el sujeto huye, se esconde; hay demasiadas oportunidades en la red, para seguir buscando. El ser humano est‡ m‡s preocupado por tener miles de seguidores, aunque en la vida real no se tengan amigos, quiz‡ ni uno solo. El sujeto de la posmodernidad esconde su soledad en el celular, en la tablet o en la laptop. Los efectos de la globalizaci—n en la vida cotidiana de cada ser humano han sido devastadores en relaci—n con las formas m‡s tradicionales. Giddens (2000) se–ala que se vive un mundo desbocado, donde los sucesos cotidianos se–alan rumbos de incertidumbre. Por tanto, la educaci—n ha de retomar su papel, su funci—n, para obligar a las nuevas generaciones a hacer un alto y reflexionar sobre todos estos temas.

 

Ah’ est‡ justamente la universidad, donde se encuentra esa persona que se denomina maestro, para que posibilite el encuentro, el di‡logo y, sobre todo, la esperanza. Es por eso que se requiere una nueva valoraci—n acerca del maestro. Se trata de recuperar la figura de quien ense–a, transmite conocimientos, de aquel sujeto que educa a sus estudiantes, que orienta a los j—venes, que entrega su ser en bien de la educaci—n de los dem‡s. La pedagog’a tiene muchas tareas en esta Žpoca, una de ellas es la recuperaci—n de la lectura, pero no de la lectura que se hace de manera superficial, sino de aquella que se obtiene de un libro.

 

El escritor Mario Vargas Llosa (2016), ganador del premio Nobel de Literatura, no solo ha aportado a la narrativa, sino que ha publicado obras que analizan los temas actuales de la sociedad. Relata que Nicholas Carr fue un estudiante de la Universidad de Harvard que en su juventud hab’a sido un voraz lector de libros. Luego, como les suele pasar a muchos j—venes, descubri— el ordenador, y se hizo todo un experto en las tecnolog’as de la comunicaci—n. Pero de pronto reflexion— y descubri— que hab’a dejado de ser un buen lector, ni siquiera un lector. Intent— leer nuevamente libros y la tarea era muy compleja y cansada. Le costaba mucho esfuerzo concentrarse. Tom— la decisi—n y se fue a una caba–a donde no hab’a telŽfono y la se–al de internet era casi nula. Se dedic— a escribir. Dos a–os despuŽs public— Superficiales: ÀQuŽ est‡ haciendo internet con nuestras mentes? En esta obra reconoce las bondades de las tecnolog’as de la comunicaci—n: Twitter, Facebook o Skype; Google, Wikipedia y miles de sitios en materia de informaci—n, investigaci—n, bœsqueda de datos que anta–o llevar’a mucho tiempo conseguir. Pero descubre que todo tiene un precio: cuando la memoria de una persona deja de ejercitarse, porque cuenta con lo que la computadora le proporciona, se entumece y decae. No se trata de usar solamente la computadora, sino de que en un cerebro empeque–ecido, la capacidad de pensar se debilita. Sin duda que Google almacenar‡ obras completas de grandes autores, pero los j—venes no las leen, Àpara quŽ?, si con solo oprimir una tecla se obtiene el resumen de cualquier libro (Carr, 2010).

 

ÀDebemos ser optimistas con el avance de las tecnolog’as de la informaci—n? Para Vargas Llosa (2016) la respuesta es positiva, solo si existiera conformidad con el gŽnero de cultura que est‡ reemplazando a la antigua. Pero deber’amos preocuparnos si ese progreso que significa confiar a las computadoras todos los problemas e inquietudes cognitivas reduce la capacidad del cerebro para construir estructuras estables de conocimiento; entre m‡s inteligente sea el ordenador m‡s tonto ser‡ el ser humano. Si Carr (2010) tiene la raz—n, la robotizaci—n de la humanidad en funci—n de la Òinteligencia artificialÓ es imparable. A menos, como dice Vargas Llosa (2016), que una cat‡strofe nuclear nos regrese a las cavernas, y la humanidad tendr’a que empezar de nuevo, a ver si esta segunda vez lo hace mejor.

 

La lectura de un libro completo es m‡s educativa, cultural y beneficiosa que aquellas lecturas r‡pidas que se hacen por internet. Las computadoras o los celulares no podr‡n reemplazar jam‡s el placer hasta t‡ctil que despiertan los libros de papel. Existe un gozo provocado por el contacto f’sico de un libro. He ah’ el trabajo que tiene la universidad y sus m‡s excelsos representantes: los maestros.

 

Por otro lado, Bauman (2014), quien ha dedicado su vida, desde la filosof’a, a reflexionar sobre los cambios que est‡n ocurriendo, considera a la sociedad actual como una de las m‡s desiguales cuando, al menos en el mundo desarroll‡ndose ha dejado el hambre atr‡s y la mayor’a de los ciudadanos lleva una vida de comodidades. Subraya que hace veinte o treinta a–os crec’an las desigualdades entre las sociedades desarrolladas y las que no lo eran, mientras que la desigualdad en el interior de una misma sociedad (rica) disminu’a, y se cre’a que el estado de bienestar hab’a solucionado el problema de la desigualdad. Pero desde hace algunos a–os la distancia entre los pa’ses desarrollados y el resto del mundo est‡ disminuyendo y, por el contrario, en el interior de las sociedades ricas las desigualdades se est‡n disparando, lo que resulta de muchas maneras parad—jico. En MŽxico es por dem‡s evidente la gran desigualdad social que existe.

                                                                                 

La pobreza y la desigualdad son tan obvias que parece que ya no se aprecia su dimensi—n. De manera incongruente, como lo se–ala Bauman (2007), la vida de consumo no se detiene, las sociedades se han desbocado en la compra de bienes. Las desigualdades se sutilizan de tal manera que Òno se percibenÓ en muchas ocasiones. El mundo globalizado, ca—tico, de consumo es una realidad que se debe analizar en los espacios universitarios.

 

EL ENFOQUE POR COMPETENCIAS EN LA UNIVERSIDAD

El enfoque por competencias surge con el proyecto Tuning, creado en 1998 a partir de una necesidad en Europa con los estudiantes del nivel superior. M‡s adelante se llev— a AmŽrica Latina con el nombre Alfa Tuning. MŽxico, frente a este reto, reconoce su responsabilidad con estos nuevos planteamientos, la expresa en sus planes y programas de estudio y en la Alianza por la Educaci—n. Las generaciones del siglo XXI deber‡n estar preparadas con nuevos conocimientos, competencias e ideales para la construcci—n del futuro, para ser aplicados en cualquier parte del mundo, haciendo una invitaci—n a trasformar el sistema educativo y globalizar la educaci—n (Escudero, 2006).

 

En 1994 MŽxico ingresa a la OCDE. A partir de ese momento el pa’s ha estado sujeto a las pol’ticas y directrices en materia de educaci—n (por ejemplo, el Programa para la Evaluaci—n Internacional de Alumnos, PISA, por sus siglas en inglŽs) que este organismo internacional establece para sus pa’ses miembros. Esto explica, en parte, el impulso del enfoque de educaci—n por competencias, m‡s all‡ de los argumentos que buscan convencernos de la importancia que tiene el desarrollo de competencias en la sociedad globalizada y compleja que nos ha tocado vivir. El conocimiento actual est‡ muy especializado; a los estudiantes se les muestran las disciplinas separadas unas de otras, lo que genera que cada una tenga sus propias fronteras, su propio lenguaje y sus conceptos, deslig‡ndola de las dem‡s. Del mismo modo, para facilitar la ense–anza, a’slan los objetos, desunen los problemas, lo cual impide ver tanto lo esencial como lo global, ya que se pierde la contextualizaci—n de lo que est‡n estudiando. No son capaces de integrar todo en un conjunto, por el contrario, tratan siempre de separar, sin poder unir unos con otros. (Zabalza, 2003).

 

Mor’n (2008b) es uno de los autores en los que se sustenta el enfoque por competencias. Es, por decirlo as’, uno de los nuevos hŽroes del sistema educativo. Lo que sucede es que cada reforma implementada por los gobiernos toma como soporte algunos autores y teor’as, con las cuales justifican Òcient’fica y te—ricamenteÓ cada una de sus imposiciones. Hoy, algunos de ellos est‡n ya olvidados, esperando algœn d’a resurgir. En el caso de Mor’n (2010), retoma el pensamiento complejo y la perspectiva hol’stica de las competencias se–alando que una educaci—n descontextualizada y libresca genera que la inteligencia no sepa otra cosa que separar, y se rompe la complejidad del mundo en fragmentos desunidos, fracciona los problemas. Aqu’ es donde entra el nuevo rol del profesor: ser innovador, facilitar a los estudiantes el aprender a aprender, vinculando los diferentes saberes, no fraccionando los conocimientos ni los problemas, sino dando la oportunidad de que los alumnos desarrollen las cinco competencias b‡sicas para la vida (para el aprendizaje, para el manejo de la informaci—n, para el manejo de las situaciones, para la convivencia y para la vida en sociedad).

 

Para D’az (2006), existe la preocupaci—n por un conocimiento que no estŽ mutilado ni dividido, capaz de abarcar la complejidad de lo real, respetando lo singular a la vez que lo integra en su conjunto. En este sentido, las ideas, la vida, las costumbres, la organizaci—n de los futuros egresados permitir’an una reforma del pensamiento, logrando un primer acercamiento al Òpensamiento complejoÓ.

 

Mor’n (2008a), por su parte, presenta una serie de ideas importantes para mejorar la educaci—n partiendo de estos saberes:

 

1. Las cegueras del conocimiento, el error y la ilusi—n. Es muy reciente el hecho de que la educaci—n, que es la que tiende a comunicar los conocimientos, permanezca ciega ante lo que es el conocimiento humano, sus disposiciones, sus imperfecciones, sus dificultades, sus tendencias tanto al error como a la ilusi—n. 2. Los principios de un conocimiento pertinente. Existe un problema capital aœn desconocido: la necesidad de promover un conocimiento capaz de abordar problemas globales y fundamentales, para inscribir all’ conocimientos parciales y locales. 3. Ense–ar la condici—n humana. El ser humano es a la vez f’sico, biol—gico, ps’quico, cultural, social e hist—rico. Es esta unidad compleja de la naturaleza humana la que est‡ completamente desintegrada en la educaci—n a travŽs de las disciplinas y que imposibilita aprender lo que significa ser ÒhumanoÓ. Hay que restaurarla de tal manera que cada uno, desde donde estŽ, tome conocimiento y conciencia al mismo tiempo de su complejidad y de su identidad comœn a todos los dem‡s humanos. As’, la condici—n humana deber’a ser objeto esencial de cualquier educaci—n. 4. Ense–ar la identidad terrenal. En lo sucesivo, el destino planetario del gŽnero humano ser‡ otra realidad fundamental ignorada por la educaci—n. El conocimiento de los desarrollos de la era planetaria, que van a incrementarse en el siglo XXI, y el reconocimiento de la identidad terrenal, que ser‡ cada vez m‡s indispensable para todos, deben convertirse en los mayores objetos de la educaci—n. 5. Enfrentar las incertidumbres. Las ciencias han hecho adquirir muchas certezas, pero de la misma manera han revelado, en el siglo XX, innumerables campos de incertidumbre. Se tendr’an que ense–ar principios de estrategias que permitan afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el camino. Es necesario aprender a navegar en un ocŽano de incertidumbres a travŽs de archipiŽlagos de certeza. 6. Ense–ar la comprensi—n. La comprensi—n es al mismo tiempo medio y fin de la comunicaci—n humana. Ahora bien, la educaci—n para la comprensi—n est‡ ausente de la ense–anza. El planeta necesita comprensiones mutuas en todos los sentidos. Teniendo en cuenta la importancia de la educaci—n para la comprensi—n en todos los niveles educativos y en todas las edades, el desarrollo de la comprensi—n necesita una reforma de las mentalidades. 7. La Žtica del gŽnero humano. La educaci—n debe considerar el car‡cter ternario de la condici—n humana: individuo-sociedad-especie. En este sentido, la Žtica individuo-especie necesita un control mutuo de la sociedad por el individuo y del individuo por la sociedad, es decir, la democracia; la Žtica individuo-especie convoca a la ciudadan’a en el siglo XXI.

 

Acosta (2014) afirma que la educaci—n es algo importante para todo el mundo, no hay nada mejor que una persona bien educada, con valores y principios. Una sociedad sin una educaci—n es una sociedad vac’a, que se estanca y que no avanza. En este sentido, resulta por dem‡s evidente que los docentes son parte fundamental de una buena educaci—n. Los maestros universitarios tienen sus costumbres, maneras de ser y de pensar su acci—n pedag—gica, la cual han desarrollado por muchos a–os, de ah’ que la reforma educativa del pasado sexenio sea una violencia simb—lica, como dec’a Bourdieu (1996), ya que los obliga a pensar todo de una manera distinta, pero sin hacer una correcta evaluaci—n de lo que se estaba haciendo con anterioridad. Los maestros, lejos de lo que muchos piensan, hacen su trabajo de la mejor manera, lo que pocas veces es reconocido por el sistema educativo. A partir del reconocimiento de lo que sucede en las universidades mexicanas se observa una predisposici—n al planteamiento de nuevos modelos educativos, de una forma lenta en relaci—n con las caracter’sticas econ—micas, sociales y el tipo de formaci—n que demandan la actualidad del pa’s y del mundo, para poder desplegar competencias y capacidades de valor en correspondencia con los fen—menos en la sociedad actual. Es sustancial subrayar que en otros pa’ses manejan computadoras o simuladores en un sal—n de clase como parte de la infraestructura m’nima para impartir la c‡tedra. Cuando se observa que en MŽxico no todas las universidades tienen contextos tecnol—gicos m’nimos, se abre una brecha que es dif’cil de cerrar sin los recursos o las condiciones necesarias para informar y generar conocimientos de frontera en la sociedad a la cual se pretende dotar de profesionistas que estŽn en sinton’a con el mercado laboral.

 

Un elemento importante es la creatividad para la construcci—n de ambientes de aprendizaje en el aula, que puede aligerar estas enormes diferencias. En MŽxico concurren diferentes posturas en relaci—n con el papel de la educaci—n superior: las que la sitœan como pie del desarrollo econ—mico y aquŽllas que la consideran como un fragmento en el proceso m‡s extenso que involucra asuntos vastos que incluyen el avance cultural, pol’tico, social. En cualquiera de ellas, su percepci—n de los fen—menos que sobrevienen en la sociedad es primordial para poder formar el prop—sito que guarde (Acosta, 2014).

 

COMPROMISOS Y ESPERANZAS

Ante el horizonte del proceso de globalizaci—n, es preciso analizar las relaciones entre universidades e iniciativa privada en funci—n de que las primeras se encargan de la preparaci—n de los recursos humanos y del avance de la investigaci—n cient’fica y tecnol—gica que afina la edificaci—n de un pa’s. Durante varios a–os, la sociedad ha apreciado a la universidad como un espacio que forma profesionistas que se insertan en el mercado del trabajo. Una propuesta de la sociedad actual es que, a travŽs de los conocimientos reconocidos leg’timamente por las instituciones educativas, se brinden contenidos para fomentar el pensamiento cr’tico y no formar sujetos pasivos que no cuestionen ni participen en la construcci—n de una realidad social m‡s justa para el pa’s. A travŽs de la educaci—n se instituye una representaci—n del capital social, que es fundamental para el sustento de las relaciones de clase (Bourdieu, 1996).

 

En ese sentido, no œnicamente se cambi— la imagen de la educaci—n como un ‡rea de Žlite y reproducci—n del dominio de clase, sino que se admiti— la edificaci—n de ‡reas de socializaci—n de valores en las cuales la clase media podr’a participar con la posibilidad de la movilizaci—n social y aproximarse a la promesa del progreso en la modernidad (Brunner, 2012). Frente a los procesos de incorporaci—n masiva de los j—venes al nivel superior en MŽxico en los a–os setenta, se requiri— ampliar la cobertura educativa de otros niveles para asegurar el flujo de estudiantes hacia el bachillerato y la universidad. A pesar de los problemas asociados a la deserci—n, el logro en la educaci—n b‡sica y media lleva a niveles altos una cantidad de aspirantes que no logra ser absorbida de manera aceptable por la oferta disponible, quedando una gran porci—n de ellos fuera de cualquier posibilidad de incorporarse a los espacios educativos superiores. Otro aspecto en el cual se ha avanzado a pasos gigantescos, aunque se enfrenta aœn a enormes retos, es la educaci—n en l’nea, misma que se ha convertido en una oferta con cada vez mayor aceptaci—n entre la poblaci—n, primer paso para ofrecer servicios donde hay dificultades de cobertura y que para su implementaci—n en casa requiere b‡sicamente solicitar conectividad y contar con equipo para acceder a ella y con esto lograr una mayor cobertura de estudiantes en el pa’s, que m‡s tarde ser‡n profesionistas. A pesar de que en el imaginario colectivo la educaci—n presencial obtenida en las universidades es el medio de mayor efectividad para lograr una formaci—n profesional apropiada, puede afirmarse que, para avanzar en el rubro de cobertura, la educaci—n a distancia es una gran alternativa para el pa’s.

 

Los cursos en formatos no presenciales requieren dise–o e instrumentaci—n distintos a los de los cursos presenciales, pues tanto la pr‡ctica educativa como sus objetivos de aprendizaje descansan en aspectos que no est‡n presentes en el formato presencial. Entonces, quien imparte un curso presencial no necesariamente est‡ capacitado para desarrollar uno a distancia, ya que debe contar con las habilidades pedag—gicas y did‡cticas para reorientar el curso tradicional de forma distinta.

 

Para Barnett (2001), los escenarios del mercado laboral en el siglo XXI crean la necesidad de un acercamiento entre los profesionales de otros pa’ses, con fines de homologaci—n, para reflexionar sobre la eficacia de su ejercicio m‡s all‡ de las fronteras geopol’ticas. Por ello, a la universidad pœblica le corresponde ir a la par con los avances de la ciencia y tecnolog’a a nivel mundial. Es apremiante impulsar la relaci—n entre los egresados, que contribuir‡n a los cambios en las pr‡cticas profesionales. La universidad pœblica, los colegios y asociaciones de profesionistas est‡n citados a jugar un papel preciso en la explicaci—n de nuevas demandas del mercado laboral y de una naciente cultura con sus reglas de calidad en el ejercicio de la profesi—n y se reflexionen y se aporten experiencias benŽficas para la sociedad. Ante los desconocidos horizontes del siglo XXI, atenuados por la globalizaci—n, germina la cultura de la certificaci—n, la actualizaci—n, que tienen un papel primordial en la sistematizaci—n y el establecimiento de los perfiles profesionales.

 

Por lo tanto, es necesario en la actualidad analizar los mŽtodos de formaci—n de los futuros egresados de nivel superior, ya que ser‡n quienes, con sus conocimientos, aporten las reconsideraciones a una mejor colectividad y cuyo ejercicio profesional se dirija al progreso y equidad social. Es importante trasladar a la mesa de discusi—n elementos de revalorizaci—n de los modelos educativos y pol’ticas, no solo en la esfera de la funci—n social de la universidad pœblica, sino de las instituciones formativas del pa’s.

 

Diversas habilidades que se demandan hoy no se lograr‡n desarrollar si no se efectœan las pr‡cticas en ambientes de simulaci—n o reales, lo cual no se implementa en materias b‡sicamente te—ricas El trabajo en equipo y bajo presi—n, en las sociedades con econom’as de servicios como la mexicana, requieren pensamientos complejos, por lo que es indispensable crear espacios de simulaci—n en el aula, con la finalidad de acercarse a situaciones reales del entorno laboral. Por otra parte, es sustancial trabajar aspectos como inteligencia emocional, capacidades de adaptaci—n, manejo y colaboraciones con otras personas y disciplinas, toma de decisiones, capacidades de negociaci—n, orientaci—n a servicios y otros son habilidades que se requieren como parte de la formaci—n universitaria. Actualmente, en tŽrminos generales, no se est‡n cubriendo en los planes de estudio. Es por ello que en diversas universidades en el mundo se han desarrollado modelos que se salen de lo tradicional. Hay otros modelos que, ante la rigidez de lo establecido, plantean nuevos formatos en ambientes altamente colaborativos, pr‡cticos, reales e interdisciplinarios que buscan acercarse a lo que la realidad exige como parte de las competencias que un profesionista debe poseer para acercarse al mercado del trabajo. Sin embargo, si antes no se resuelve el problema de la definici—n o el tipo de sociedad a la que se aspira y para la cual se requiere organizar un sistema educativo, no ser‡ posible una pol’tica educativa que, entre otras cosas, especifique los elementos b‡sicos: ÀQuŽ aprender? ÀPara quŽ aprender? ÀC—mo aprender? Y, desde luego, ÀC—mo evaluar los resultados? Las universidades habr‡n de recuperar la esencia de su misi—n: la formaci—n de sujetos cr’ticos, humanos y comprometidos con los sectores menos favorecidos de la sociedad. (Sacrist‡n, 2008).

 

Es sustancial no perder de vista que si bien el sistema educativo forma los recursos humanos, es el mercado del trabajo, a travŽs de la oferta y demanda, quien determina quŽ naturaleza de conocimientos, habilidades y actitudes requiere para cada espacio laboral de su organizaci—n. De esta forma, la relaci—n educaci—n-empleo podr’a recapacitarse con precisi—n de la visi—n que se adopte para hacer frente al desarrollo social. Por supuesto que esta relaci—n ha estado marcada por una serie de puntos de vista diversos; existen pensadores que plantean una vinculaci—n acr’tica; en cambio, otros consideran que esta relaci—n entre universidad y mercado laboral debe estar basada en las necesidades de la sociedad, pero del lado de la justicia social y de la emancipaci—n de las personas (Villoro, 2007).

 

Concretamente, habr‡ que considerar los cambios que se est‡n produciendo de forma acelerada en MŽxico y en el mundo acerca de las formas de capacitaci—n, mayor productividad y remuneraci—n en los diversos espacios laborales. A su vez, en concordancia con la teor’a del Capital Humano, el mercado del trabajo se beneficiar’a con sujetos m‡s aptos y los trabajadores tendr’an mayor bienestar (Fradel, 2009). La relaci—n entre la educaci—n y el empleo no est‡ adecuadamente articulada ya que en casi cuarenta a–os los modelos educativos no lograron todo lo que pretend’an: mayor productividad y mejores condiciones sociales generadas por sus egresados. Se produjo una situaci—n de la que diversos estudios sobre educaci—n, sobre todo la vinculada con el empleo, evidenciaron que no exist’a correspondencia entre los niveles de escolaridad y los salarios en los puestos de trabajo.

 

Entonces, resulta que en los mercados laborales y en los procesos productivos, en pa’ses como MŽxico se actœa en el sentido de una devaluaci—n de la escolaridad. La escasez de puestos de trabajo determina que ahora Žstos pasen a ÒcostarÓ m‡s en tŽrminos educativos. Los giros del siglo XXI, como la globalizaci—n, son un referente contextual para entender el nuevo orden en la econom’a mundial, de manera espec’fica, en MŽxico. Algunos cambios son la reestructuraci—n productiva en los mercados de trabajo y su recuperaci—n en el empleo profesional. Es necesario impulsar el desarrollo de las profesiones, con la finalidad de crear nuevos campos de actividad, as’ como desarrollar en los estudiantes las competencias que los mercados del trabajo requieren de la universidad pœblica como instituci—n educativa comprometida en la formaci—n de recursos humanos capacitados. Asimismo, habr‡ que concebir el papel de la formaci—n profesional como participante del progreso social y no solo para el sector empresarial solicitante, sino tambiŽn dirigida a beneficiar a los grupos y sectores m‡s desamparados de la sociedad.

 

Las variables econ—micas constituyen elementos objetivos que es necesario tomar en cuenta. Se asiste a la conformaci—n de un nuevo orden econ—mico mundial que repercute en el resto de los ‡mbitos sociales, como el cultural y, dentro de Žste, en el rengl—n educativo. Habr‡ un nuevo reparto de papeles y funciones, donde los conocimientos, las profesiones, los investigadores y los cient’ficos dispondr‡n de un lugar de preferencia en la definici—n de los proyectos de desarrollo social. Se introducen terminolog’as que ya constituyen un nuevo lenguaje en torno a la prestaci—n de servicios profesionales, como son est‡ndares de calidad, normas internacionales y una serie de elementos y requisitos que antes no se consideraban en el ejercicio de una profesi—n (Perrenoud, 2004).

 

Ante estos nuevos escenarios es necesario visualizar las profesiones, teniendo como referente el contexto socioecon—mico y cultural que la globalizaci—n ha propiciado y, con ello, una nueva visi—n de la formaci—n de profesionistas egresados de instituciones educativas. Por ello, la universidad pœblica debe estar atenta a las competencias profesionales y laborales que demanda el mercado del trabajo, as’ como de educaci—n ante futuros cambios que se presenten en la sociedad contempor‡nea.

 

La diversificaci—n de los espacios de trabajo del profesionista deber‡ verse respaldada por la actualizaci—n y capacitaci—n profesional, as’ como por cambios sustanciales en el curr’culo de cada carrera. Las asociaciones y gremios deben ser muy importantes en la definici—n de par‡metros de certificaci—n y acreditaci—n profesional. Las tendencias de integraci—n a la vez que globalizaci—n de los escenarios posibles para el ejercicio profesional conducen de forma directa a la revisi—n de perfiles y a la definici—n de otros nuevos tipos polivalentes que permitan mayor movilidad bajo las nuevas condiciones de competencia regional, nacional e internacional (Villoro, 2007).

 

Por lo tanto, la educaci—n, principalmente la educaci—n superior pœblica en este pa’s, tiene como principal reto generar profesionistas capaces de cubrir estos nuevos mercados y de competir con las universidades del primer mundo en la preparaci—n de sus egresados. Es necesario se–alar la participaci—n de las instituciones de educaci—n superior, aunque no todo depende de ellas. Existen diversos factores de peso, como las condiciones y tendencias generales de la econom’a, as’ como las pol’ticas gubernamentales en materia de gasto social, que condicionan el efecto que una s—lida formaci—n universitaria pudiera tener en un mercado laboral abierto a la libre competencia en ‡mbitos internacionales.

                              

Ante una econom’a global, una realidad concreta de la cual no es posible sustraerse y que impacta las vidas cotidianas y a las universidades pœblicas incluso en su capacidad de integrarse al cambio, es necesario modificar los dise–os curriculares de la formaci—n universitaria. TambiŽn resulta importante incidir en las transformaciones del contexto, ll‡mese cultural, econ—mico, pol’tico, por nombrar algunos. El egresado de una universidad pœblica debe ser un profesional abierto, expuesto a la incertidumbre de la sociedad, conocedor de los cambios, pero, sobre todo, comprometido con los m‡s necesitados. Finalmente, Žl ha tenido la oportunidad de formarse en una universidad que le facilit— adquirir cultura y conocimientos.

 

CONCLUSIONES

 El papel en la educaci—n superior de los profesores universitarios siempre ha sido medular. Si bien las formas y los contenidos a ense–ar y transferir vayan cambiando con los tiempos, la escuela era y sigue siendo vista como el terreno donde los estudiantes reciben educaci—n, formaci—n y conocimientos. Y, aunque estemos en otra Žpoca, es pertinente y necesario que los docentes universitarios muestren a los estudiantes la historia de un pa’s que se forj— en medio de muchas luchas y revoluciones. Lo acontecido en el siglo XX, en particular en los a–os sesenta (Magdaleno, 2018), definieron el devenir de los tiempos posteriores; los acontecimientos de 1968 marcaron un antes y un despuŽs en la vida de muchos pa’ses, como en MŽxico. TambiŽn es ineludible tomar conciencia de que el mundo est‡ en constante metamorfosis y que los individuos que lo habitan deben estar atentos a los conocimientos que est‡n adquiriendo y comprometerse a la actualizaci—n, para evitar la obsolescencia y para estar en condiciones de ser - competitivos. Los docentes tienen que impartir clases diferentes, ya que son los encargados de desarrollar l’deres competentes. No se debe olvidar que el rol del docente en nuestros d’as es ser un gu’a para los estudiantes y quien les dŽ las herramientas para que ellos mismos descubran sus habilidades y destrezas.

 

Que lo aprendido no lo apliquen solo dentro de las aulas, sino tambiŽn fuera de ellas, refiriŽndonos m‡s que nada a la vida diaria; que sean cr’ticos de una sociedad llamada de hiperconsumo (Lipovetsky, 2017). Ya no se requiere de un profesor que transmita conocimientos, sino saberes que el estudiante pueda contrastar en la vida diaria. Aprendizajes que sean significativos para Žl mismo.

 

Para Villoro (2007), las sociedades latinoamericanas comparten problem‡ticas comunes. Entre ellas, el individualismo muy marcado, lo cual no permite una sociedad participativa. De ah’ que se pugne por una donde exista la justicia, la democracia y la pluralidad y, desde luego, la educaci—n como una de las herramientas necesarias en este siglo XXI, el cual se caracteriza por una serie de fen—menos comprendidos en lo que se ha denominado la posmodernidad. Se hace necesario rescatar la cercan’a del maestro, esa figura que durante muchos siglos fue imprescindible en la formaci—n de los j—venes, y que la vida actual ha diluido. (Bauman, 2014).

 

El compromiso social de la universidad pœblica la obliga a revisar la pertinencia de algunas carreras y ofrecer otras que sean acordes a las demandas sociales del pa’s, a presentar modelos flexibles que consideren las necesidades de los estudiantes y del contexto laboral, a proponer la revisi—n y an‡lisis de los modelos educativos tomando como marco de referencia los requerimientos del sector productivo y las transformaciones de vanguardia de la ciencia y la tecnolog’a, a delinear programas de educaci—n continua a las empresas y provocar iniciativas multilaterales de cooperaci—n nacional e internacional con sistemas de formaci—n de alto nivel. Es importante fomentar las relaciones entre universidades e industria, ya que aquŽllas forman los recursos humanos que Žstas demandan y, sobre todo, llamar a los actores sociales de la universidad a formar esquemas de reflexi—n y propuestas ante las problem‡ticas sociales que presenta el pa’s. La universidad est‡ llamada en estos momentos a proponer soluciones a los problemas nacionales.

 

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